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 '' De entre todos los factores que componen el terroir de un vino, como pueden ser el tipo de suelo, su composición (cantidad y variedad de nutrientes), prácticas vitícolas, clima, altitud o levaduras (que inciden en las particularidades del vino), el suelo sobre el que se asienta el viñedo es sólo uno de ellos.
La interrelación de todos los elementos y la pericia a la hora de modularlos a nuestro favor o mantenerlos estables es de donde nacen las singularidades de nuestros vinos.
 
En la D.O Ribeira Sacra el paisaje de cerrados valles verticales fruto de una compleja historia geomorfológica, favorece unas condiciones ambientales muy particulares con multitud de microclimas en función de la localización del viñedo.  Este amplio contraste entre veranos calurosos e inviernos muy fríos, con una precipitación media-baja hace que domine la flora de tipo mediterráneo donde la vid encuentra un lugar privilegiado para su desarrollo.
 
Los suelos de esta D.O se caracterizan por la continua sucesión de pizarras y granitos. Concretamente la roca madre de los suelos de nuestras viñas es fundamentalmente el granito, roca ígnea cristalina, formado a mucha distancia de la superficie bajo condiciones extremas de calor y presión.
Esta fusión une diferentes compuestos como el cuarzo y la mica, que fueron conducidos hacia la superficie de la tierra. Mediante el paso del tiempo algunas de estas rocas se han ido erosionando generando suelos graníticos arenosos y donde hoy en día están plantadas la mayoría de las viñas.
 
Este tipo de suelos son sueltos y de textura franco-arenosa. Esto se traduce en una permeabilidad media al agua y en consecuencia una escasa retención de agua y nutrientes.
Por otro lado, este tipo de suelos irradian mucho calor durante el día y por la noche se enfrían de una manera más rápida. Esto posibilita a la uva obtener el máximo de azúcares durante el día y por la noche con la bajada de la temperatura del suelo conserve la acidez. ''